El segundo semestre del año llegó en un abrir y cerrar de ojos, y con
él muchos nos vemos obligados a hacer un alto para revalorar y
preguntarnos: ¿Qué hemos logrado en el primer periodo? y ¿Qué
metas que establecimos en enero y prometimos cumplir a lo largo de este
tiempo, no hemos alcanzado aún? Si durante esta rápida
evaluación de objetivos notamos un desajuste en las expectativas
laborales y la realidad, es probable que empecemos a sentir un cúmulo de
emociones que pueden ir desde el desánimo y la angustia, hasta el enojo, sensaciones típicas de la frustración.
Muchas veces decimos que nos sentimos frustrados, pero muchas otras
lo experimentamos sin saberlo. Borja López menciona que, si bien la
frustración es un sentimiento normal, la forma en que la enfrentemos es
lo que hace la diferencia entre que su curso cobre relevancia en
nosotros o no lo haga.
Frustración proviene de la palabra frustrar, que significa, de acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, privar a alguien de lo que esperaba.
La frustración en el ámbito laboral es originada por muchos factores,
uno de los más comunes es cuando no conseguimos los resultados esperados
o cuando al dirigirnos hacia una meta nos topamos con un obstáculo que
nos frena. Sea cual sea su origen, acarrear ese sentimiento y dejar que
crezca no es conveniente.
Un colaborador frustrado puede desarrollar actitud de apatía, experimentar nerviosismo, ansiedad e incluso llegar a presentar enfermedades físicas, disminuyéndose así su efectividad en el trabajo e impactando la competitividad de la compañía.
Daniel Goleman, creador del concepto de inteligencia emocional,
menciona que manejar la frustración consiste en poner energía para
aceptar la situación y mantener una posición estable, de manera que las
emociones experimentadas como la angustia, el enojo o cualquier otra
sensación ligada a la experiencia, no nos lleven a un desborde de la
situación. La habilidad para manejar la frustración es una de las más
importantes para alcanzar el éxito.
De acuerdo con los especialistas, la etapa idónea para aprender a manejar la frustración es durante la infancia;
sin embargo, no todo está perdido, pues existen algunas recomendaciones
que si las ponemos en práctica ahora de adultos, nos ayudarán a salir
bien librados cuando empecemos a notar sensaciones de frustración en el
ámbito laboral. Por ello, a continuación enlisto cinco acciones que,
desde mi punto de vista como consultora, son de gran utilidad:
1. Reconoce la frustración
Para aprender a lidiar con esta emoción, es importante saber y
reconocer cuándo estamos frustrados y qué nos detona esta sensación.
Algunas ocasiones la frustración la arrastramos desde casa y por
situaciones ajenas a nuestro trabajo.
2. Controla tus impulsos
Cuando sientas necesidad de seguir un impulso que pudiera ser
perjudicial, pregúntate si en verdad vale la pena sentirte así y valora
los resultados puedes obtener si reaccionas de una u otra manera. Trata
de tomar decisiones con la cabeza fría.
3. Acepta y conoce tus limitaciones
Es importante conocer tus cualidades, pero también tus limitantes para saber hasta dónde puedes llegar. Conoce cuáles son las herramientas con las que cuentas y sácales el mejor provecho para alcanzar tus metas.
4. Medita y háblalo
En ocasiones los motivos que desencadenan un sentimiento de frustración son provocados por percepciones,
muchas de ellas equivocadas, por ello es importante hacer un alto para
reflexionar la situación y también resulta necesario hablarlo,
externarlo con alguien de tu entera confianza. Si tu frustración es
ocasionada por un mal entendido con tu jefe o cualquier compañero de
trabajo, recuerda que en lo laboral nunca debes tomar las cosas como algo personal.
5. Realiza ajustes en tu estrategia
No te sientas culpable tras una situación de frustración, por lo
contrario, aprende de la experiencia y saca el mayor provecho posible.
Una forma de hacerlo es reajustando tu estrategia de crecimiento
laboral.
La frustración, ya sea por cuestiones profesionales o personales,
forma parte de nuestro día a día; la realidad es que no podemos
evitarla, pero sí aprender a manejarla y superarla. La frustración de
metas no alcanzadas puede ser muy intensa, y provocar ansiedad,
depresión y baja autoestima. Evitemos ser presas de este sentimiento real, poniendo en
práctica las recomendaciones brindadas, al mismo tiempo que
aprovechamos los meses siguientes que restan del año eliminando lo que
no funciona y potencializando lo que sí.
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